Capitulo 4




La otra noche saliendo de la escuela nocturna, el ómnibus tardó mucho. Cuando por fin llegó, se detuvo y me dijo “sabes que no me funciona la rampa”. Entonces esperé un segundo ómnibus que ni siquiera paró.
Mucho rato despúes pasó un tercer ómnibus, pero adelante tenía otro que no permitía silla de ruedas y lo adelantó y no pude pararlo.
Cuando por fin pasó un cuarto colectivo apareció la policía cortando la calle, y tuvo que parar.
Pero se detuvo casi en la mitad de la calle, y yo no podía llegar, cuando bajara la rampa iba a quedar en el aire. Por suerte el policía lo hizo acercarse.

Me fui a subir... y la rampa no funcionaba. No podían bajarla.
El tipo se puso de mal humor y comenzó a patearla. “La vas a romper”, le dije.
Le empecé a preguntar cosas y noté que no sabía manejarla.
“Sos el primer discapacitado que sube y yo nunca había manejado este sistema”, me confesó.
“Que te pueda tocar uno de dosientas no importa, tenes que saber usarla, esto es un servicio”. “Disculpame pero estoy apurado”, me dijo y se fue.

Sentía mucha impotencia.

Luego de esperar dos horas al frío me estaba helando.
Al final me tuve que tomar un taxi, por suerte podía pagarlo. Muchas veces no tenía con que hacerlo.
Cuando iba llegando a casa pensé que falta mucha conciencia, gente que se ponga en el lugar del otro. Además de hacer andar una rampa, se trata de la forma de hablar y de buscar una solución.

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