Capítulo 13
Soy muy tímido para
la vida en general. Pero en especial con las mujeres. Me suelto luego
de agarrar confianza. Antes pensaba que mi situación de discapacidad
era fundamental para la percepción de la gente. Siempre me costó
salir de mi casa, entonces acercarme a una mujer era muy dificil.
Las únicas mujeres que trataba eran conocidas de mi madre, alguna de
mi hermana, que bromeaban con quien era mi novia. Pensaba que mis
posibles relaciones iban a ser con personas en situación de
discapacidad, similares a la mía. Me di cuenta que si no salía al
mundo no iba a tener contacto con gente, menos aún con una mujer.
Empecé a salir de a
poco. Mis padres me sobreprotegieron, me decían “cuidado a ver si
te pasa algo...”. En eso mi hermana es más cercana, más abierta,
me decía “vos tenés que salir”...
Mi madre trabajaba
en una feria vendiendo ropa y me empezó a llevar. Cuando era chico
caminaba en un andador y ahí me escapaba un poco, y me iba a dar
vueltas. Veía mujeres vestidas de diferente manera. Me encantaba
verlas vestidas de verano, me llamaba la atención.
A los 11 años me
enamoré, o algo así, de una compañera de escuela. Para mi era
divina. La madre no me podía ni ver y eso más me motivaba. Ella
caminaba con bastones, era muy inteligente. Íbamos a una escuela de
discapacitados, la 200. En nuestra clase había muchas situaciones de
discapacidad. Yo siempre pensaba, “¿qué hace esta chica acá?”...
Nos dimos el primer beso en la camioneta. El chofer era macanudo, me
senté a su lado y me solté un poco más. Le fui preguntando cosas y
nos besamos y empezamos a salir a escondidas. La madre quería una
persona mejor para ella. Pero ahí estaba yo. Fuimos novios hasta los
16 o 17 años.
Luego fui a un
centro y me enamoré platónicamente de una psicóloga que trabajaba
ahí. No sé porque... tenía mucha onda conmigo, o lo creía yo...
Tenía la consulta en un lugar bajo con una rampa muy empinada, una
vez un asistente me estaba bajando y me dijo “me dijeron que estas
tirándole onda a mi mujer”... resultó que era el novio. Me puse
rojo. “No te hagas el vivo”, me dijo. Y a partir de ese momento
no me acerqué más. Pensé que me iba a soltar por la bajada.
Más adelante me
enamoré de una peluquera de mi barrio. Pasaba por adelante de su
negocio y me hacía la cabeza, era una morocha hermosa. Ella siempre
me saludaba. Siempre le iba a hablar. Un día me dice: “tengo algo
para decirte”... “me caso”, se me vino el mundo abajo...
Hasta que un día me
reencontré con aquella compañera con la que me di el primer beso y
comenzamos una historia que casi termina en matrimonio.
(Continuará)
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