Capítulo 7
Nos aceptaron en el
Festival. Mañana empezamos a ensayar. Hacemos una danza. Son
movimientos mezclados. Va a ser diferente. Tengo expectativa por
partipar en una obra sobre discapacidad. Es novedoso y nadie lo tiene
en cuenta.
El otro día
saliendo de CANDi, agarro por el círculo católico y pasé por una
obra. Los albañiles estaban de descanso. Siempre miran a la gente
pasar. Parece que uno, nunca había visto una silla de ruedas, de
los cinco minutos que demoré en pasar, no me sacó los ojos de
encima. La asistente que me lleva a casa, dijo “te está mirando”.
Casi le pregunto si necesitaba algo. Pero le dije, “es normal que
les llame la atención.
La sociedad no está
acostumbrada a ver una persona con discapcidad en la calle”.
Ahora estamos
saliendo más y se ven por ahí. Todavía falta, pero va avanzando.
Antes veías a una
persona de baja visión y era extraño, o una persona con diagnóstico
de síndrome de Down. Pero aún hoy la gente lo ve y siente miedo.
Es miedo, y eso
paraliza.
Por eso se quedan
duros, mirando.
A veces voy al
supermercado y también me quedan mirando. Un padre le dijo al hijo
“pobrecito” y el hijo preguntó “¿qué le pasa?” y le
contestó “no tengo ni idea”. Les da pena la silla de ruedas pero
no saben nada, ¿por qué “pobrecito”?
Otra vez una señora
me miraba y yo le pregunté “¿necesita algo?” y la señora me
tocó la cabeza y dijo “mi más sentido pésame”. Se ve que pensó
que me iba a morir o algo así.
Todo esto al
principio me enojaba, pero ahora me di cuenta que la silla tambień
me impresionaba a mi mismo. A mi tampoco me gustaba. De hecho no me
gusta. Incluso cuando voy a hacer un trámite y hay una cola bárbara
y me dejan pasar primero, siento que me estoy colando.
Esto se va a
resolver cuando sea natural. Cuando toda la gente que usa silla de
rudas salga para todos lados, sin barreras.
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