Capítulo 10
Ayer me fui a cortar
el pelo.
No parecía un
humano, parecía un lobo. Siempre voy a un peluquero cerca. Además
era mi cumpleaños número 29. No hay cosa que me moleste más que
los cumpleaños. Te llama gente que no te llama nunca, se acuerdan
ese día.
Al peluquero lo
conozco hace años, yo lo embromo porque soy su socio vitalicio. Es
argentino y siempre me meto con su política y el fútbol. A fin de
año le regalo una botella de vino. No me cobra, desde que vino de
Buenos Aires.
Yo estaba buscando
peluquero hace tiempo. Soy muy sensible en la cabeza. Creo que la
misma parálisis me hace tener un oído fino y una piel en la cabeza
(sobre todo) muy sensible. El peluquero anterior, un señor mayor,
una vez me lastimó y me quedé traumado. Veo una tijera y salgo
corriendo, o rodando. Entonces le tenía pavor hasta que apareció
él.
La peluqueria es en
una galería, me costó encontrarla, está bien en el fondo.
Tiene nombre
simpático. “Jesús”, es un nombre fueras de lo normal,
celestial.
El caso es que ayer
mientras me cortaba, cada dos minutos entraba un militante a repartir
listas, están como locos por las elecciones.
Como no tenía ganas
de agarrar listas les decía “yo no voto”.
Yo voto, pero me ven
con la silla de ruedas y pensarán “pobre, claro, estando así no
puede votar”. En ese caso me viene bien porque no me molestan.
Mi preocupación es
que me estoy quedando pelado. Lo noté ayer. No siento que se me
caiga. Pero hago mucha caspa. Mi padre no es pelado, pero uno de mis
hermanos si. Debe ser algo familiar.
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